domingo, 2 de junio de 2013

Un ciclón de contenidos. Textos, fotos y videos.


El teatro se evapora y con él, el extraño lobo-presentador. 

Nuestro guía nos tranquiliza y nos informa que a partir de ese momento disponemos de todo el día libre para visitar el planeta de los Smartphones a nuestro aire. No lo acabo de entender, pero sus razones tendrán para dejarnos solos en un paraje aparentemente tan inhóspito.

El planeta de los Smartphones es verdaderamente extraño. Ha desaparecido por completo la vistosidad y la espectacularidad que prometían en la entrada de esta segunda parada de nuestro viaje.

No tenemos nada absolutamente delante de nosotros. El paisaje que se nos presenta es completamente seco, árido y vacio. Inquietantemente vacio. Sigo sin entender el sentido de esta extraña parada y todos los miembros del grupo comienzan a impacientarse y a ponerse progresivamente nerviosos.

Nadie nos lo había explicado, pero la atmósfera del planeta de los Smartphones está cargada de pequeñas partículas de ondas wifi, todo el planeta en sí es una enorme antena de Wi-Fi . Al cabo de muy poco rato la potencia de estas ondas tienen un curioso efecto en cada uno de nosotros. Las ondas que inundan todo el aire tienen el poder de permitir comunicarnos con todo el universo mediante un Smartphone. Tienen el poder de permitirnos recibir información y contenidos de todo tipo y para todas las edades sin ninguna restricción. Y más importante aún si cabe, las ondas del planeta de los Smartphones nos permiten enviar publicaciones propias, textos, fotos y videos a cualquiera de nuestros contactos.


De repente, delante nuestro, se forma un gigantesco ciclón cargado de ruidosa información continua que arrasa lo poco que queda de pie en el horizonte. Delante nuestro desfilaban todo tipo de publicaciones, textos, fotografías y videos. Al principio resultó ser muy interesante y divertido. El problema vino cuando las publicaciones, fotografías y videos no eran para todas las edades. El problema vino cuando tuvimos que salir corriendo ante la infrenable avalancha de contenidos.


A los padres y madres del grupo, me incluyo, no nos daba tiempo a tapar los ojos y oídos de todos los peques que venían con nosotros. Poco a poco comenzaba a ver la verdadera intención de los organizadores del viaje. A pesar de lo dantesco de la situación que se había creado, el objetivo final era simple y claro:
“Los papás y mamás debemos acompañar a nuestros hijos en su entrada al mundo de los teléfonos, al mundo de internet y al mundo de las redes sociales. Debemos acompañarlos en la entrada al mundo de las #TIC de la mejor forma de la que disponemos. Y es simplemente compartiendo con ellos la formación en las nuevas tecnologías”.

La noche cae sobre nosotros y siento una sensación superconfortable al notar de nuevo el asiento del vehículo espacial. Sin darnos cuenta, estamos de vuelta en la nave y salimos disparados hacía el inmenso cielo estrellado.



-          Uf, que descanso. Espero que la próxima parada sea un poco más tranquilita.

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